viernes, 25 de febrero de 2011

[Fragmento] El Último Verano De Klingsor [Hermann Hesse]

Klingsor a Edith

Querida estrella del cielo estival:

Con qué sinceridad me has escrito, y qué dolorosamente me acucia tu amor, cual perenne canción, cual perenne reproche. Pero estás en el buen camino, al confesarme - y confesarte - todos los sentimientos de tu corazón. Más no hables de sentimientos bajos, de sentimientos viles. Todos son buenos, óptimos, también el odio, también la envidia, también los celos, también la crueldad. Vivimos sólo de nuestros pobres, bellos y magníficos sentimientos, y cada sentimiento que lastimamos, es una estrella que apagamos.

Yo no sé si amo realmente a Gina. Lo dudo mucho. No haría ningún sacrificio por ella. Yo no sé si soy capaz de amar. Soy capaz de desearme y buscarme a mí mismo en otras personas, de escuchar el eco, de ansiar un espejo, soy capaz de ir tras el placer, y todo esto puede parecer amor.

Caminamos los dos, tu y yo, por el mismo laberinto por el laberinto de nuestros sentimientos, que en este perverso mundo escasean, y nos tomamos la venganza, cada cual a su manera, de este perverso mundo. Pero nosotros vamos a mantener vivos nuestros sueños, porque sabemos qué dulce sabe el vino de la ilusión.

Claridad sobre los propios sentimientos y sobre el "alcance" y las consecuencias de sus acciones sólo la poseen las personas buenas y seguras, sanas y salvas, que creen en la vida y no dan un paso que no puedan aprobar mañana y pasado mañana. Yo no tengo la suerte de contarme entre ellas, y siento y actúo como quien no cree en el mañana y considera cada día como si fuera el último.

Mi querida y fina señora, yo me esfuerzo, sin lograrlo, por expresar mis pensamientos. Los pensamientos expresados son siempre tan vacíos... Vamos a vivirlos. Yo siento en el fondo, con gratitud, que tú me comprendes, que hay algo en ti que me es afín. Lo que yo no sé es cómo hay que registrar esto en el libro de la vida, si nuestros sentimientos de amor, de benevolencia, de gratitud, de compasión, son sentimientos maternales o infantiles; eso es lo que yo no sé. Muchas veces veo a la mujer como vieja libertina resabiada, y otras como una niña pequeña. Muchas veces la mujer más casta me resulta la más atractiva, otras muchas la que más me atrae es la más lasciva. Todo lo que soy capaz de amar, es hermoso, es santo, es infinitamente bueno. Por qué, por cuánto tiempo, en qué grado, es algo que no puede medirse.

Yo no te amo a ti sola, bien lo sabes; tampoco amo a Gina sola; mañana y pasado mañana amaré otras figuras, pintaré otras imágenes. Pero no me arrepentiré de ningún amor que haya sentido ni de ninguna torpeza o listeza en que por su causa haya incurrido. Tal vez a ti te quiero porque eres parecida a mí. A otras quiero porque son de otro modo que yo.

Es de noche, es muy tarde; la luna pende sobre el monte. Salute. Cómo ríe la vida, cómo ríe la muerte.

Arroja al fiego esta carta idiota, y arroja con ella a...
...Tu Klingsor

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